Un grupo internacional de astrónomos acaba de anunciar el hallazgo de
un nuevo y poco común elemento estructural de nuestra galaxia. Un “hueso” de gas y polvo de unos 300 años luz de largo y una masa equivalente a la de 100.000 soles. Se trata de la primera parte nunca encontrada del “esqueleto” de nuestra galaxia. abc.es
La Vía Láctea es una galaxia espiral, un remolino
formado por estrellas, gas y polvo en órbita alrededor de un enorme
agujero negro. Tiene una gran “barra” central y dos grandes brazos
espirales que se cierran alrededor de ella en ambos extremos. O esto es,
por lo menos, lo que creen los científicos basándose en las pruebas que
han conseguido recopilar hasta ahora.
Sin embargo, no pueden estar completamente seguros. En efecto, y debido a nuestra posición dentro de ella, no resulta sencillo averiguar cuál es la auténtica forma de la galaxia en que vivimos,
ni tampoco su estructura exacta. Por eso, y con una auténtica legión de
astrónomos escudriñando cada rincón del cielo, de vez en cuando se
produce una sorpresa, un hallazgo que arroja un poco más de luz sobre el
conjunto.
Y eso es precisamente lo que acaba de suceder. Un grupo de astrónomos
ha logrado identificar una nueva estructura hasta ahora desconocida en
la Vía Láctea. Una especie de largo tallo de gas y polvo que ha sido bautizado como “el hueso”.
“Es la primera vez que conseguimos ver una pieza tan delicada del
esqueleto galáctico”, asegura Alyssa Goodman, del centro de Astrofísica
Harvard-Smithsonian y autora principal del estudio. El trabajo fue
presentado ayer en la reunión de la Sociedad Astronómica Americana, que
se celebra en California.
Otras galaxias espirales también muestran una suerte de “esqueleto”
interno que puede observarse especialmente en el infrarrojo. Bajo esa
luz, esas peculiares estructuras tienen el aspecto de largos y delgados
filamentos o “tallos” que se encuentran justo entre los brazos espirales
de las galaxias observadas y que son mucho menos masivos que ellos.
También las simulaciones de cómo se forma una galaxia muestran esa
curiosa red de filamentos en el interior de los discos espirales. Y los
astrónomos están convencidos de que su hallazgo es, precisamente, uno de esos “huesos” internos de nuestra propia galaxia.
Como el monstruo del lago Ness
Goodman y sus colegas observaron este hueso galáctico mientras
estudiaban una densa nube de polvo llamada “Nessie”, por su similitud
con las imágenes del legendario monstruo del lago Ness. La parte central
de Nessie fue descubierta en 2010 por James Jackson, de la Universidad
de Boston, usando el Telescopio Espacial Spitzer. Pero Goodman y su
equipo han descubierto que Nessie mide por lo menos el doble (es posible
que hasta ocho veces más) de lo que Jackson había supuesto.
Las emisiones de radio procedentes del gas, en efecto, muestran que
la estructura no es una simple proyección de material en el cielo, sino
algo mucho mayor, muy concreto y real. De hecho, Nessie no solo se
encuentra en el plano galáctico, sino que se extiende mucho más allá de
lo que nadie se habría atrevido a pronosticar.
En total, este largo “hueso” de la Vía Láctea mide unos 300 años luz y
sólo tiene un grosor de uno o dos años luz. Y contiene cerca de cien
mil veces la masa del Sol. En las imágenes, llega a parecerse a una enorme y estilizada serpiente.
“Este hueso se parece más a un peroné (el hueso largo y delgado de
nuestras piernas) que a una tibia, un hueso más grande y grueso”,
explica Goodman. “Es posible que Nessie esté dentro de uno de los brazos
espirales, o que forme parte de una telaraña que arma la estructura
espiral de la galaxia. Esperamos que tanto nosotros como otros
astrónomos podamos encontrar más de estas estructuras, para poder
usarlas y componer con ellas el esqueleto completo de la Vía Láctea en
3D”.
Quizá así consigamos conocer, de una vez por todas, cuál es la verdadera forma de la galaxia en la que nos ha tocado vivir.
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