Para muchas personas en todo el mundo Internet es un elemento
indispensable de sus vidas. Laboral, personal e incluso emocionalmente,
la Red tiene una presencia fundamental en la cotidianidad
Sin embargo, valdría la pena preguntarse por el valor verdadero de
Internet en la existencia diaria, si de veras es tan imprescindible como
lo creemos o si solo se trata de una prótesis de la cual podrías
desprendernos en cualquier momento que así lo quisiéramos sin
consecuencias mayúsculas.
Para examinar este asunto, Paul Miller, colaborador en el sitio The
Verge, se impuso un interesante desafío: vivir un año desconectado.
Curiosamente, algunos de los fines que persigue son esencia morales.
Según él, vivir sin Internet hará de él, ipso facto, una mejor persona.
En algún sentido Internet ha sido para Miller un “corruptor de su alma”.
Y quizá tenga razón.
Pero Miller no es tan ingenuo. Igualmente resalta que quiera saber
qué efecto tiene esta veda virtual sobre su capacidad de escribir. A
este respecto cabe mencionar que hace un par de años, en una serie de
reglas que el periódico inglés The Guardian pidió a escritores
renombrados para escribir ficción, el estadounidense Jonathan Franzen
aconsejara evitar también la Red: “Es dudoso que cualquiera con una
conexión a Internet en su lugar de trabajo, esté escribiendo buena
ficción”, advirtió entonces el novelista.
Sea como fuere, el reto nos hace preguntarnos cuántos de nosotros
podríamos retormarlo, cuántos estaríamos realmente dispuestos a
desconectarnos totalmente y por cuánto tiempo resistiríamos. El asunto
no es menor, pues, en otro sentido, podríamos también considerar por
qué, por ejemplo, sí podemos pasar mucho tiempo sin leer un libro de
principio a fin, sin ver la televisión, sin consultar un periódico
impreso, sin que el abandono de estas u otras prácticas nos parezca
extraño.
Entonces, ¿por qué Internet parece tan vital?
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