CARACAS.- Al revisar la historia del Caracas uno de los nombres que resalta es el de Leopoldo Páez-Pumar, mejor conocido como “Polín”. En su historial como jugador tiene tres estrellas rojas, igual número de Copas Libertadores y un Premundial con la vinotinto.
“Llegué con Guillermo Valentiner y Manuel Plasencia a Caracas en
el año 89, luego de quedar campeón en unos distritales. Tenía apenas 17
años, así comencé como profesional”
, afirmó.
Su apodo viene desde la familia, cuando era niño “decía mucho ‘pompín’, y por ahí llegó. Mucha gente no conoce mi nombre de pila”.
A pesar de que perteneció a la generación que inició el camino exitoso del rojo, también vivió los problemas típicos de un equipo en formación. “Sufríamos de otros problemas. No había canchas para entrenar. La preparación física la hacíamos subiendo a Sabas Nieves; pero Caracas tiene un recuerdo imborrable en mi carrera, y estoy feliz de haber contribuido a lo que es ahora”.
Esos siete años en Caracas le permitieron llegar a la vinotinto: “Jugué en total cuatro de los ocho partidos del Premundial del 93. En esa época no había la preparación de ahora”.
Un adiós muy temprano
Se retira en la campaña 96-97 con 26 años. Su amor por la camiseta y la rodilla marcaron su salida de los terrenos. “En una barrida en el Defensores del Chacó me rompí el ligamento cruzado y el cartílago. Nunca recuperé el nivel y no quería vivir el periplo por otros equipos”.
A pesar de que llegó a cuarto semestre de Comunicación Social, se decidió a dedicarse por completo a los banquillos.
“He tenido la oportunidad de poder salir a estudiar y tener pasantías fuera del país. Eso es fundamental. Ya estuve en España y Argentina. Si se me dan los tiempos, viajaré a Chile o Europa en el receso del torneo” , destacó.
Su relación con Manuel Plasencia viene desde la época de jugador y el estratega sigue formándolo en otra etapa.
“Es una persona muy generosa. Quiere que uno crezca. Me da la oportunidad de poder entrar y dar una indicación a los jugadores. Sueño con ser un técnico de Primera. Mi estilo siempre será ofensivo, pero manteniendo el orden” , cerró.
Su apodo viene desde la familia, cuando era niño “decía mucho ‘pompín’, y por ahí llegó. Mucha gente no conoce mi nombre de pila”.
A pesar de que perteneció a la generación que inició el camino exitoso del rojo, también vivió los problemas típicos de un equipo en formación. “Sufríamos de otros problemas. No había canchas para entrenar. La preparación física la hacíamos subiendo a Sabas Nieves; pero Caracas tiene un recuerdo imborrable en mi carrera, y estoy feliz de haber contribuido a lo que es ahora”.
Esos siete años en Caracas le permitieron llegar a la vinotinto: “Jugué en total cuatro de los ocho partidos del Premundial del 93. En esa época no había la preparación de ahora”.
Un adiós muy temprano
Se retira en la campaña 96-97 con 26 años. Su amor por la camiseta y la rodilla marcaron su salida de los terrenos. “En una barrida en el Defensores del Chacó me rompí el ligamento cruzado y el cartílago. Nunca recuperé el nivel y no quería vivir el periplo por otros equipos”.
A pesar de que llegó a cuarto semestre de Comunicación Social, se decidió a dedicarse por completo a los banquillos.
“He tenido la oportunidad de poder salir a estudiar y tener pasantías fuera del país. Eso es fundamental. Ya estuve en España y Argentina. Si se me dan los tiempos, viajaré a Chile o Europa en el receso del torneo” , destacó.
Su relación con Manuel Plasencia viene desde la época de jugador y el estratega sigue formándolo en otra etapa.
“Es una persona muy generosa. Quiere que uno crezca. Me da la oportunidad de poder entrar y dar una indicación a los jugadores. Sueño con ser un técnico de Primera. Mi estilo siempre será ofensivo, pero manteniendo el orden” , cerró.
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