Hace un par de años el diario Parade realizó un ejercicio que
permitió calcular cuánto dinero recibiría cada habitante de la Tierra
si las riquezas monetarias se distribuyeran equitativamente. En ese
entonces la operación se hizo tomando en cuenta una cantidad de dinero
calculada en 60 billones de dólares (60 millones de millones) y se
dividió entre una población mundial de 6.8 mil millones de personas
(cifra que actualmente se ha elevado a 7 mil). Por ahora respetaremos
esa cifra de habitantes, tomando en cuenta que muy probablemente la otra
cifra, la del dinero, también se haya elevado (a pesar de la crisis
financiera).
Es importante aclarar que esta cantidad, los 60 trillones
calculados, solo corresponden al dinero incluido en la clasificación
M3. Y como pocos de nosotros estamos familiarizados con esta
jerarquización del dinero que circula en el mundo, explicaremos
brevemente cómo se organiza esta escala (cortesía del los chicos de Ser
Millonario):
Definiciones técnicas:
E: Emisión. Incluye billetes, monedas y cheques que se encuentran en
libre circulación, más los depósitos del sistema financiero en el
Banco Central correspondiente.
.
C: Circulante. Incluye billetes, monedas y cheques emitidos por el
Banco Central en libre circulación, menos los saldos en caja del
sistema financiero. Es lo que comúnmente se conoce como el
“circulante”.
Escala:
M1 = C + D1 (en este caso D1 corresponde a los depósitos en cuentas corrientes del sector privado no financiero netos de canje).
M1A = M1 + Dv + Ahv (en este caso Dv se refiere a los depósitos a la
vista distintos de cuentas corrientes y Ahv son los depósitos de
ahorro a la vista).
M2A = M1A + Dp (en este caso Dp corresponde a depósitos a plazo del sector privado).
M3 = M2A + Depósitos de ahorro a plazo incluidos los de la vivienda.
M4 = M3 + Documentos del Banco Central en poder del público (Sector privado no financiero).
M5 = M4 + Pagarés de Tesorería en poder del público (Sector privado no financiero).
M6 = M5 + Letras de crédito en poder del público (Sector privado no financiero).
M7 = M6 + Depósitos en moneda extranjera del sector privado.
¿Entonces? Bueno, pues el resultado a la gran interrogante fue un
aproximado de nueve mil dólares por persona. Y seguramente muchos
pensarán que esta es una cifra poco atractiva y seguirán deseando que
el pésimo modelo de distribución de riquezas siga vigente para poder
seguir comprando iPads y cosas por el estilo. Sin embargo, existen
otras variables que si agregamos a este ejercicio matemático, entonces
el panorama potencial se dibuja mucho más atractivo, mientras que el
actual se presenta como aún más absurdo.
Por
ejemplo: en el mundo se produce alrededor del doble de alimento de lo
que se necesitaría para alimentar a toda la población, y curiosamente
más del 15% de la población sufre actualmente de hambre. Ello quiere
decir que bajo un cierto diseño, radicalmente opuesto al hoy vigente,
todos podríamos acceder a comida gratuita o al menos a un precio
meramente simbólico. Lo cual, además, contradice plenamente las leyes de
mercado que han provocado una inédita alza en el precio de los
alimentos, endureciendo aún más las condiciones de la población global y
ahuyentando la posibilidad de que todos compartamos un estado de
dignidad generalizada.
Por otro lado, también está el ámbito de las medicinas, donde el Big
Pharma (la oscura industria farmacéutica) se dedica a distribuir
medicamentos elaborados explícitamente para no sanar de manera
definitiva los males, sino para mitigarlos momentáneamente y asi
garantizar su consumo sistemático, bloqueando la posibilidad de curas definitivas a enfermedades que atormentan a la sociedad contemporánea (como el cáncer) y incluso generando enfermedades para fortalecer su mercado.
Si todo esto pudiera ser eliminado de nuestra realidad convenida,
entonces podríamos insinuar que los medicamentos tampoco implicarían un
problema en el potencial escenario de justicia e igualdad (un término
que de tanto desearse y nunca alcanzarse ya nos parece incluso solo una
frase gastada).
Pero, en fin, tras esta reflexión detonada por el ejercicio
económico, parece que la verdadera pregunta no es cuánto dinero
recibiría cada habitante del planeta si se repartiera equitativamente
la riqueza monetaria, sino cuánto nos costaría tejer un sueño colectivo
que eventualmente se cristalizara en un nuevo modelo de realidad, en
el que se favorecieran la dignidad, la tranquilidad y la felicidad de
las siete mil millones de personas que vivimos en la Tierra. ¿Alguna
respuesta?
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